lunes, 6 de junio de 2016

Este es el hombre

Mi plan es vivir infinitas vidas. Así entiendo mi vocación: mi vida personal y singular no vale nada. La experiencia es todo. Esta es mi historia: Viví ocho meses en la calle voluntariamente para incorporar los hábitos de un desposeído: Comí restos de comida que saqué de la basura. Maté y comí palomas, perros, gatos. Cagué en plaza Congreso. Le abrí la cara con un pedazo de botella a un tipo que quiso bajarme los pantalones y tocarme mientras dormía en una plaza. Me lavé los sobacos y la entrepierna con un trapo húmedo robado de una estación de servicio. Adelgacé quince kilos. Tuve piojos, pulgas, herpes, infecciones bucales, hepatitis. Probé y fumé paco, marihuana, crack; aspiré pegamento, bencina, nafta. Me prostituí para comer. Después: Robé un cyber y me dejé atrapar. Pasé unos meses en la cárcel. Aprendí a hablar como los reclusos. Aprendí sus gestos. Me trompeé con tipos más fuertes que yo. Con tipos peligrosos. Con violadores. Quería sentir daño; quería sentir miedo. Lo sentí. Luego salí y me fui a Andorra, seis meses. Trabajé en un camping, luego en una peluquería canina. Viví en un hostel. Compartí habitación junto con una mexicana, un inglés, un israelita, una noruega. Todos aventureros, todos jóvenes, todos buenas personas con ilusiones y proyectos. Nos emborrachamos todas las noches con: cerveza, vodka, vino tinto, whisky, ginebra. Escribimos un diario de viajes. Escribimos cartas para nuestros familiares diciendo "está todo bien". Abrimos blogs. Creamos cuentas de facebook, de twitter, de instagram. Compartimos fotos; textos, pensamientos etéreos, nocturnos, videos.Veíamos la salida del sol, veíamos la lluvia, comíamos pizza en la vereda, hacíamos el amor, nos peleábamos. Ponderamos nuestra juventud, nuestras ganas, nuestra vitalidad.  Enamoré a la noruega. Le dije que yo era un escritor, que había publicado una novela policial, que había ganado un premio, que Anagrama se había contactado conmigo para editarme. Ella me creyó. La embaracé sin querer. Y me fui. Después de eso: Me corté el pelo. Me afeité. Gané peso; fui al gimnasio: jornada completa. Dominadas: 4 de 30. Flexiones: 4 de 30. Espinales: 4 de 30. Abdominales: 5 de 60. Comía carne magra, pollo, pescado, lentejas, huevos, cereales. Corría dos horas por día. Nadaba dos horas por día. Alcancé un estado físico perfecto. Fui striper en un club nocturno. Fui personal trainer. Fui fisicoculturista. Gané mucha plata, gasté mucha plata. Compré libros nuevos y antiguos: bioquímica, biofísica, anatomía, matemática, mecánica, astronomía, fisiología. Asistí a cursos. Fui a clases en la universidad. Me dormí en bibliotecas; me dormí sobre los libros. Armé grupos de estudios. Me puse al tanto sobre el estado de la cuestión de cada tema, de cada problema, de cada estudio. Fui admirado; fui envidiado. Analicé, hice hipótesis, descarté borradores, escribí ensayos, experimenté, critiqué, me frustré, me enorgullecí, me sentí realizado. Luego doné todos mis libros a una biblioteca pública barrial. Quemé mis apuntes, quemé mis textos. Me convertí al judaísmo. Me bauticé. Me circuncidé. Adopté todas y cada una de las minhagim. Acudí religiosamente a la sinagoga. Usé la kipá. Usé el talit: los tzitzit se mecían a cada paso que daba, orgulloso. Mantenía conversaciones maratónicas con mi rabino. Me confesé. Medité, lloré, repasé mi vida. Repasé mi relación con mi padre. Repensé mi relación con Dios. Negué a Dios. Acepté a Dios. Puse a Dios en mi pensamiento; puse a Dios sobre mi pared. Puse a Dios en mi mesita de luz, puse a Dios en mi bolsillo. Fabriqué una relación mística con el pueblo que me había acogido y que tan golpeado fue. Me contacté con el sentido espiritual de la existencia. Hablé claro; hablé poco. Fui casto. Fui introvertido para pensar; fui extrovertido para iluminar con la palabra. Después renuncié a todo. Permuté a Dios: Me enamoré. Una mujer, una mujer cualquiera. Una mujer simple. Una mujer compleja. Profunda y superficial; lógica e improvisada. Simpática y malhumorada. Fui amante: Me engañó: la engañé. Aprendí sus costumbres, sus miedos, su lenguaje; fui devoto de su sexo, de su sonrisa, de su cabello. La subyugé; me dominó. Fui esposo: Caí en su trampa; creyó mi plan. Me acostumbré; nos acostumbramos. Fui padre: Juntos creamos un hijo: sangre y agua, polvo y carne, piel y pneuma; ruido y furia. Amé a mi hijo; odié a mi hijo: construí un puente entre él y yo. Pero ese puente era invisible y tenía forma de laberinto.

  Puedo leer mi futuro: Engañaré al tiempo. Aprovecharé el tiempo. Malgastaré el tiempo. Envejeceré. Encaneceré. Me arrugaré. Me encorvaré. Ocuparé ese lugar en ese bar; hablaré del tiempo mientras el tiempo hablará en mi cuerpo, por mi cuerpo, sobre mi cuerpo. Seré un abuelito cariñoso, un viejo choto, un vecino confiable, un señor mayor poco prudente, un buen jugador de naipes. Me enfermaré: parkinson, alzheimer, demencia senil, depresión, cáncer. Moriré: tortuosamente en una camilla de un hospital, rodeado de enfermeras anónimas, cínicas y frías, abandonado por mi esposa y olvidado por mi hijo. Moriré: placenteramente en la cama de mi hogar, con mi esposa radiante a mi lado; con mi hijo conmovido al pie de mi cama mientras sostiene a mi nieta.

 O no. Tal vez elija no morir. Tal vez reúna la suficiente fuerza y pueda grabar en el tiempo las letras de mis nombres con infinitos caracteres. 
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario